Gloria by Vladimir Nabokov

Gloria by Vladimir Nabokov

autor:Vladimir Nabokov [Nabokov, Vladimir]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1932-01-01T05:00:00+00:00


24

No solo la efímera sonrisa de su madre irritó a Martin en aquel segundo verano. Había algo más, algo mucho más desagradable. La vida en el chalet le parecía extrañamente cambiada, como si se moviera de puntillas y con aliento entrecortado. Era raro oír que el tío Enrique no llamara como antes «Sophie» a la señora Edelweiss, sino «chère amie»; y ella, también, de tanto en tanto se dirigía a él diciéndole «querido». En él había surgido una suavidad distinta, y sus movimientos eran más delicados; los elogios hechos a la sopa o algún bistec eran suficientes para empañar sus ojos con un atisbo de lágrimas. El culto a la memoria del padre de Martin había adquirido un matiz de misticismo insoportable. La señora Edelweiss era más consciente que nunca de su culpa ante su difunto esposo, en tanto que el tío Enrique parecía señalarle un difícil pero seguro camino de expiación cuando comentaba qué feliz debía estar el espíritu de Sergio al verla a ella en la casa de su primo. Cierta vez llegó incluso a extraer de entre sus ropas una lima, y con moderada melancolía empezó a pasarla de un lado a otro de sus uñas, pero ante esto la señora Edelweiss no pudo contenerse y emitió una risa falsa, que inesperadamente se convirtió en un ataque de histeria. En su apuro por ayudar, Martin abrió el grifo de la cocina con tal brusquedad que el agua le salpicó los pantalones de franela blanca.

No con poca frecuencia observó a su madre mientras caminaba por el jardín apoyándose fatigada en el brazo de Enrique, o mientras a la hora de acostarse llevaba a Enrique una taza de aromático té de tilo. Todo era depresivo, desconcertante y extraño. Minutos antes de la partida de Martin hacia Cambridge, evidentemente su madre quiso darle la noticia, pero se sintió tan avergonzada como él. Titubeó y solamente dijo que pronto le escribiría contándole un importante acontecimiento. Y, en efecto, aquel invierno Martin recibió una carta, no de ella sino de su tío, que en páginas de fluida escritura y lenguaje ampuloso y sensiblero le informaba de que se casaba con su madre —una ceremonia muy modesta en la iglesia de la villa—, y solo al llegar a la posdata Martin comprendió que la boda ya había tenido lugar y agradeció mentalmente a su madre haber hecho coincidir esa horrible celebración con su ausencia. Al mismo tiempo, no dejaba de preguntarse cómo haría para volver a enfrentarla, de qué hablarían, y si él podría perdonarla por la traición. Porque, sin importar cómo se enfocara, el hecho era, más allá de cualquier duda, una traición a la memoria de su padre. Mas aún, lo acosaba la idea de tener por padrastro a ese tío Enrique de patillas sedosas e ingenio escaso. Cuando Martin llegó para las Navidades, su madre no podía dejar de abrazarlo y llorar, como olvidando, para complacer al tío Enrique, su habitual moderación. Y sencillamente no hubo lugar donde esconderse de la suave emoción de los cariñosos ojos de su padrastro y de la solemnidad de su tosecilla.



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